Autor: Benito Estrella Pavo
Intentemos
el siguiente ejercicio de imaginación. Pongámonos delante de una
Escuela cualquiera con la extrañeza de quien la ve por vez primera y no
sabe de antemano qué es aquello que ve. A primera vista, hay ahí un
recinto rodeado por una verja, un edificio en el interior del recinto y
allí, dentro del edificio, una serie de habitáculos que todavía no
vemos. Nos parecerá este edificio una especie de castillo rodeado por el típico foso que separa el edificio de las afueras, el espacio reservado para lo que algunos pedagogos modernos han llamado “segmento de ocio” y que el vulgo conoce como el patio de recreo.
Además de este foso, el edificio tiene otros muros y defensas, como
castillo que es, sus celdas y sus torreones, sus aposentos para el señor
del castillo y los nobles que le sirven, su sala para las asambleas,
las dependencias donde se guardan los legajos y las armas, las aulas,
que ahora se van llenando de ordenadores, de pizarras digitales, de los
smarphones que ya llevan los muchachos de todas las edades en sus
sobrecargadas mochilas…
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